Uno de cada tres alumnos españoles ha empezado el nuevo curso en un centro privado o concertado. Ellos no lo saben —bueno, quizá algunos sí—, pero en muchos casos la decisión de sus padres de llevarlos a ese colegio les proporcionará notas más altas, contactos útiles y otros intangibles que mejorarán sus expectativas laborales. En su mayoría, son niños de clase media y alta que difícilmente descenderán peldaños en la escalera social. Hay quienes identifican esta falta de movilidad social con la meritocracia: cuando la preparación de los individuos refleja la disposición a pagar de sus padres, la apelación al mérito acaba consolidando desigualdades de clase. Otros, en cambio, sostienen que si hubiese más meritocracia habría más movilidad y los niños de familia bien poco esforzados y con escaso talento acabarían desclasados.
Vuelta al cole con la meritocracia en la mochila: ¿hay demasiada o demasiado poca?
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