Un secarral llamado Barcelona

La cara más visible de la peor sequía desde que hay registros en Barcelona son las fuentes ornamentales vacías, como las de Montjuïc, y el césped amarillo o muerto de muchos de sus parques y parterres. Hace medio año que la capital catalana entró en la llamada fase de excepcionalidad: se suprimió el riego del césped y se limitó el de los 310.800 árboles a cargo de la empresa municipal Parcs i Jardins a su supervivencia. De que este verano podíamos ver imágenes como la del parque de Joan Miró, la Diagonal o el paseo de Sant Joan, convertidos en un secarral, ya advirtió en invierno el gobierno de la entonces alcaldesa, Ada Colau. Pero la preocupación entre jardineros y expertos está en los árboles, patrimonio de la ciudad por su papel en la regulación de la temperatura o la reducción de la contaminación. El presidente del Partido Popular barcelonés, Daniel Sirera, pidió la semana pasada emplear más agua no potable para “salvar las zonas verdes” ante una imagen que tachó de “desoladora”. La cuestión es que la infraestructura para llevar el agua del subsuelo a los parques no está completa, aunque el Plan de Recursos Hídricos Alternativos del Consistorio prevé “futuras inversiones” para ampliarla.

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