Sebastião Salgado y la salvaje poesía del Amazonas

Sebastião Salgado viajaba solo. Había documentado los grandes movimientos migratorios del planeta a lo largo de 35 países, siempre en soledad. Tres Leica R6 (las mismas con las que inmortalizó el atentado a Reagan o los incendios de pozos de petróleo en Kuwait), dos bolsas de piel de avestruz, buen calzado y una Moleskine (donde tomaba las primorosas notas para sus pies de foto). En el otoño de 1997, le acompañé en su reportaje sobre la migración irregular entre África y las costas de Cádiz, que se incluiría también en su libro Éxodos, en 2000. Durante 10 días convivimos a un ritmo frenético para documentar el tráfago diario de pateras que cada jornada provocaba decenas de muertos. Cada noche suponía un infierno de migrantes luchando a vida o muerte. Apenas dormíamos. Salgado salía de una dura enfermedad, y tenía el cráneo pulido como una bola de billar, pero nuestras noches eran de patrulla a bordo de los helicópteros de Vigilancia Aduanera y nuestros días de eternas guardias en las lanchas de la Guardia Civil por el Estrecho. Hablamos con muchos migrantes. Él los animaba a luchar. Fueron 10 días sin aliento. Después consiguió el Príncipe de Asturias.

Seguir leyendo


Publicado

en

por

Etiquetas:

Comentarios

Deja una respuesta