¿Quién quiere vivir en un internado?

“A ver, yo esto me lo imaginaba, yo qué sé, como un centro de menores de esos para chicos que han hecho algo, que han robado… Y no es así, para nada”, dice Endika, madrileño de 15 años, en la puerta de la residencia de estudiantes de Muga de Sayago, un pequeño pueblo de Zamora, casi en la frontera con Portugal. A unos 750 kilómetros y varios mundos de distancia, Struan, de 17 años, con madre escocesa y padre hongkonés, en una sala común de la residencia de estudiantes de Sotogrande International School, un elitista paraíso de actividades extraescolares en la provincia de Cádiz, añade: “La gente se cree que nos mandan aquí porque nuestros padres no nos quieren, pero no es verdad, estamos aquí porque nos gusta”.

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