Más allá del límite: la subida al Angliru, la gran hazaña de la Vuelta Ciclista a España

Debajo del rostro los ciclistas esconden su verdadero ser, su alma, que en una ceremonia de dolor y sufrimiento, y éxtasis interno, casi místico, exhiben unas pocas veces en su vida. Ocurre en esos momentos en los que pelean contra sus límites, los derrotan y van más allá, hasta donde nunca pensaron que podrían llegar. Ocurre aquellos años en los que la Vuelta les exige enfrentarse al Angliru, en Asturias, una ascensión de poco más de 12 kilómetros que escala hasta 1.600 metros, un muro casi vertical con rampas, como la de la Cueña les Cabres, del 24%, que no se encuentran en ninguna otra subida. Este año, el 13 de septiembre, reproducirán el ritual. Un baile de máscaras que Francis Tsang ha retratado durante 20 años en la carretera, entre “los gritos histéricos del gentío, el zumbido atronador de los helicópteros y las bocinas de los comisarios”. “A los ciclistas la boca les sabe a ácido láctico que sube desde las piernas, les seca la garganta, les nubla la mente hasta que no recuerdan su nombre”, relata el fotógrafo.

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