Hay cadáveres con más de 400 años capaces de resumir en sus vaivenes la historia reciente de un país. Es el caso Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) cuyos restos óseos han pasado de sepulcro en sepulcro, unas veces para ponerlos a resguardo de edificios a punto del derrumbe y otros, escondidos para evitar su saqueo durante la Guerra Civil. La última etapa del periplo añade, además, expertos en hablar con el más allá y sacerdotes que en el lecho de muerte confesaban saber el verdadero lugar de su ubicación antes de su último respiro.
Los seis entierros de Calderón de la Barca
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