El intento del Gobierno español por incluir el catalán, el euskera y el gallego como lenguas oficiales en las instituciones de la Unión Europea, una propuesta que ha lanzado como parte de su negociación con los partidos independentistas catalanes y vascos para la investidura de Pedro Sánchez, no va a ser fácil. La UE ya es una torre de Babel con 24 idiomas oficiales de 27 Estados miembros, idiomas a los que hay que traducir cada texto legal antes de que pueda entrar en vigor, igual que se requieren intérpretes de cada lengua en sesiones como las del Parlamento Europeo. Un enorme esfuerzo político y económico que aumenta con cada nuevo idioma que se incorpora, en un momento en el que la UE trata de controlar sus gastos e incluso, en lo que a la sección de idiomas se refiere, reducirlos.
Las lenguas cooficiales, una caja de Pandora que Europa tiene pocas ganas de abrir
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