La estación de autobuses de Valladolid puede oler o a jamón o a pis dependiendo de la puerta de acceso por la que se entre. A un lado, una charcutería exhibe género para el viajero hambriento. Al otro, los decadentes baños, construidos hace 50 años y sin apenas reformas desde entonces, exigen arrugar la nariz incluso al pasar por la calle. Los techos con goteras y paneles inoperativos contribuyen a la hora de ofrecer una pésima imagen a quien llegue a la capital castellanoleonesa. El nuevo Ayuntamiento, surgido al albor de un pacto entre PP y Vox, pide que la Junta de Castilla y León, integrada por la misma coalición, ejecute sus competencias sobre la infraestructura y apriete a los concesionarios. La anterior corporación, del PSOE con Valladolid Toma La Palabra, denuncia años de dejadez mientras otras urbes sí reciben proyectos para sus estaciones.
La nueva estación de autobuses no llega a Valladolid
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