Remco corre solo. Desde juveniles, como si todavía fuera el de aquel Mundial inolvidable que ganó de adolescente, poco después de colgar las botas y la camiseta de la selección belga sub-18 de fútbol. Montonera, caída, remontada hasta el pelotón, fuga y victoria. Una secuencia que repite a menudo. Como en San Sebastián 2019: se rezaga, vuelve, reparte bidones de agua a sus compañeros, se va y gana. Le desconcierta el orden del pelotón, esa ameba que va tomando diferentes formas, a veces caprichosas, a veces ordenadas por algún grupo dominante. El domingo terminó agotado, latigazo tras latigazo en el circuito urbano de Glasgow, porque después de cada arrancada llegaba el frenazo en la siguiente curva para no tragarse la valla, todas cercanas, todas cerradas. Su espíritu juvenil acabó exhausto.
Evenepoel lo vuelve a hacer y gana el Mundial de contrarreloj
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