España, puro carácter, hace historia y se planta en la final del Mundial

A España no hay quien la tumbe. Ni los enredos de palacio ni las rivales, acaso una Japón en su día que fue la bofetada del espabile. Pero en las rondas eliminatorias, esas en las que nunca había vencido en ningún gran torneo en toda su historia, el equipo de Vilda pone la ley y las normas. Nadie mejor que Salma, una atleta del balón, una futbolista que aunque salga desde el banquillo rompe tantas cinturas como defensas, soplo de aire fresco, tal vez ciclón. Ocurre que ella es el argumento que explica que a callo y a voluntad no hay quien pueda con España. Suiza le empató en octavos y como respuesta se llevó otros cuatro goles. Países Bajos le igualó en el tiempo de añadido y como castigo se llevó el tanto definitivo en la prórroga. Y Suecia, ya en semis, puso las tablas cuando al duelo le quedaba un suspiro, ese que capitalizó Olga Carmona a la salida de un saque de esquina; pase de Tere Abelleira hacia atrás y zurriagazo centrado pero que tocó el larguero y la red, gol del triunfo y final del Mundial que te va, ahora a la espera de rival, de Inglaterra o de Australia. Éxtasis español sobre el tapete, llantos de euforia, abrazos, melés y festejos, un triunfo para paladear que reescribe la historia.

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