Ellas no solo hacen historia, ellas nos hacen mejores

La victoria de las campeonas del mundo es épica, no solo por lo que han ganado sino también por todos los prejuicios que han tenido que derrotar por el camino. El fútbol (masculino) es (solo) fútbol; el femenino, en cambio, es algo más. Por eso, ellas no solo hacen historia, sino que además nos hacen mejores. Porque con ellas han jugado todas las niñas que alguna vez llamaron al timbre de un portal en la periferia y dijeron aquello de “bájate el balón”, aunque supieran que no “las dejarían” jugar. Ellas juegan sin recursos y contra todos los que siguen diciendo (porque siguen) que “ni es fútbol ni es femenino”. Ellas juegan por un salario mínimo de 16.000 euros cuando el mínimo de la Primera masculina es de 186.000. Por eso el gol de Olga Carmona provoca la emoción de la victoria pero también de la justicia. Porque ellas rompen la voz de la periodista Alicia Arévalo, de 24 años, con la alegría del instante pero también de la Historia. Ellas nos recuerdan que solo el 10% de las futbolistas españolas tiene un salario que las permite subsistir gracias al deporte. Por eso esta victoria tiene el retrogusto de la denuncia y de la pelea. Igual que aquella otra de 2011, cuando el Rayo Vallecano femenino ganó por tercera vez la Superliga y lo hizo sin médico, sin gimnasio y sin sueldo. “Todo se ha conseguido por el esfuerzo de las jugadoras. Sin cobrar. Solo se ha logrado por su esfuerzo, por su trabajo y por el trato personal”, dijo entonces Joserra Hernández, su entrenador. Hoy, otra vez, la victoria es de las jugadoras más que de nadie. Ellas lo han hecho posible y al resto nos toca no ceder ni un milímetro del terreno conquistado.

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