En el ciclismo hay sueños a largo plazo, a medio, a corto, y sueños que se cumplen, o no, al instante. Cuando un chaval comienza en alevines, sueña con ganar el Tour, o el Giro, o la Vuelta. Luego la carretera pone a cada uno en su sitio. Pero en el día a día de una carrera, sucede lo mismo. ¿Cuántos ciclistas están escuchando la charla de su director en el autobús y sueñan despiertos con ganar ese día, con que suene la flauta? O simplemente, con que se cumplan los planes que su jefe les cuenta de pie, agarrado al respaldo del primer asiento, mientras ellos escuchan en los mullidos sillones de los que no se querrían levantar para apoyar el trasero en un incómodo sillín durante 180 kilómetros.
El sueño que brilla en Tarragona es el de Kaden Groves
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