Cruzar a Portugal en busca de aceite más barato: “Se lo llevan a granel”

En el pasillo del aceite de oliva del hipermercado Continente de Valença do Minho, el paso más transitado de toda la frontera entre España y Portugal, prácticamente solo se escucha hablar castellano y gallego. “El 90% de nuestra clientela española viene por el aceite”, explica Fabio Silva, encargado del establecimiento. La escalada récord del precio de este producto, del 52% en los doce últimos meses tras dos años de cosechas reducidas a mínimos históricos por la sequía, ha impulsado las compras de españoles en el país vecino con el objetivo de ahorrar dinero. “¡Se llevan mucha cantidad, en el último mes parece que se lo beben!”, afirma Paulo Baiula, encargado de un supermercado Pingo Doce en Miranda do Douro, en la frontera lusa con los Arribes del Duero (Zamora).

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Producción diezmada

La carestía ha llegado incluso allí donde jamás ha faltado este fruto del olivo. Fermoselle (Zamora, 1.100 habitantes), corona de los Arribes, cuenta con un microclima casi mediterráneo ideal para producir aceituna de calidad. Así ha sido históricamente en cooperativas rebosantes, almazaras desbordadas a ambos lados de las fronteras y con los dueños del aceite haciendo hasta negocio: además del autoconsumo, lo envían a familiares de otras provincias o lo venden, como confiesa alguno, “de estraperlo” en esos garajes o tiendas donde abundan los carteles anunciando el género.

América González, del conocido restaurante España, tiene producción propia de 250 árboles y ha pasado de vender los cinco litros, etiquetados y correctamente, de 30 euros a 45: “Este año no habrá casi nada por la sequía y porque las lluvias de junio tiraron todas las flores y no han salido olivas”. Ni siquiera las últimas precipitaciones han traído optimismo, pues apenas hay frutos que engordar. “En mi finca producimos 2.000 litros en 2022 y 8.000 otros años, no creo que en 2023 se cubra gasto y mucha gente ni lo recogerá”, calcula González, y cita vecinos con excedentes de otras temporadas y dispuestos a venderla estos meses para multiplicar la ganancia. Especulación entre aceitunas. Aunque los excedentes, tras dos años de reducción de cosechas, se están acabando.

La pírrica cosecha aterra a Marujo, alias de José Peños, de 76 años. Marujo, con 500 olivares, enseña sus terrenos, donde unas flacas aceitunas arrugadas cuelgan lánguidas de ramas antaño tan cargadas que vencían hasta el suelo por el peso. “¡El aceite de mi jubilación!”, bromea el hombre, en la bodega donde custodia unas 12 garrafas de cinco litros, reservas de otras campañas, entre barricas de vino cuya reciente fermentación se deja notar al olfato. Sobre la mesa, un crucifijo que pocos milagros ha traído a la cosecha. “¡Este año no tengo ni para freír un huevo!”, calcula el zamorano, pues pronto esos bidones custodiados se vaciarán y tendrá que volver al supermercado a por ello: “Llevo 30 años sin comprar aceite”.

-¿Ha leído que en Andalucía han robado aceite de cooperativas o almacenes?

-”Tengo siete perros”.
 


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