Castigos para el turista incívico: ni cocinar en el Obradoiro ni hacer la colada en la playa

Un día cualquiera de finales de julio. El tiempo es desapacible en la plaza del Obradoiro y varios peregrinos envueltos en chubasqueros no se cortan: despliegan un hornillo portátil y se calientan una sopa. No son los únicos visitantes que se comportan en el casco histórico de Santiago de Compostela, Patrimonio de la Humanidad, como si fuera un camping. Las imágenes se han viralizado este verano de aluvión turístico. Se han visto sacos de dormir, alguna tienda de campaña sobre el empedrado o caminantes pintando con tiza las losas para presumir de kilómetros quemados con sus botas. Eso por no hablar de los cánticos religiosos de madrugada, con megáfono o a voz en grito. Los desmanes de algunos turistas han hecho saltar las alarmas no solo en la capital gallega. Gobiernos de distintos colores políticos han aprobado o preparan medidas para castigar estos comportamientos en Málaga, Ibiza o San Sebastián.

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