Campeonas

La selección española ha ganado el Mundial femenino de fútbol en Australia. Cuando llega el éxito, pocos recuerdan que ese deporte no siempre fue visto con buenos ojos cuando eran mujeres las que lo practicaban, ni en las federaciones ni tampoco por la sociedad y el público. La tarea de las jugadoras ha sido colosal: no solo se han impuesto en el campo, sino que han arrastrado a cuantos las miraban con escepticismo para que se rindan a su calidad. Pocos adjetivos pueden definir la proeza. Pasaron momentos duros cuando perdieron por goleada ante Japón, e instantes hubo en que parecía que las cosas no salían, pero desde que se plantaron en la final las miradas empezaron a cambiar. Y no han defraudado, pese a la enorme responsabilidad y las expectativas que lograron generar. Si hubo un tiempo en que las mujeres eran motivo de burlas y desprecio cuando jugaban con un balón, ese tiempo es historia, por mucho que las zarpas del machismo sigan estando ahí. La entereza para superar un penalti fallado frente a su gran rival en la final, Inglaterra, da la medida de la solidez de un equipo en el que destacaron durante este Mundial muchas individualidades, pero cuyo triunfo ha sido, al cabo, una tarea colectiva. Las futbolistas de España pusieron entre paréntesis las dificultades que tenía su desafío, y también cualquier posible victimismo, y se lanzaron a ganar. Lo consiguieron.

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