Para las melodías, tenía un talento innato. Componerlas, dirigirlas, tocarlas al piano, enseñarlas, escribirlas. Cambiaba el verbo, no el resultado extraordinario. “Me interesa todo lo que es música”, dice él mismo en el filme. A Leonard Bernstein tan solo se le resistió una sinfonía. La más compleja y universal, eso sí: la vida. A ratos, parecía afinada por los ángeles. Otros, sin embargo, chirriaba hasta a los oídos de su mujer y sus hijos. Nos sucede a todos, cada día. E incluso al Maestro, como ha mostrado hoy en el concurso del festival de Venecia la película dirigida por Bradley Cooper. Se verá en algunas salas en noviembre y, a partir del 20 de diciembre, en Netflix.
Bradley Cooper se mete en la piel, la nariz, la música y la bisexualidad de Leonard Bernstein
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