Bólidos, quiebra, duelo y crisis matrimonial: el cine narra el año más acelerado de Enzo Ferrari

A veces, la vida acelera de repente. Y los humanos, tan frágiles, solo pueden correr detrás para alcanzarla. O, al menos, no perderla de vista hasta que vuelva a ralentizar. Incluso Enzo Ferrari, tan acostumbrado a las velocidades de vértigo, se vio adelantado por lo que le sucedía en 1957. La empresa de sus sueños, en riesgo de bancarrota. Su matrimonio, quebrado. Su nuevo romance, incierto. Y la ausencia de su hijo Dino, un duelo demasiado reciente e inaceptable. Demasiados problemas para un solo verano y un único hombre. Pero toda una oportunidad, en cambio, para una película. Así que Ferrari, de Michael Mann, presentada este jueves en el concurso de la Mostra de Venecia, narra los meses más turbulentos del fundador de la célebre marca de automóviles. Y su apuesta, a todo o nada, para retomar las riendas de su existencia. Aunque el filme desveló un motor mucho más ahogado de lo que cabía esperar. Justo lo contrario al otro largo en competición: pocos creían en Dogman, de Luc Besson. Tras la proyección, debían de ser unos cuantos más.

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