A Jenni no le gustó el beso de Rubiales, a nosotras tampoco

“Pero, ¿qué haces?”, le preguntan. La incredulidad por respuesta. “¿Y qué has dicho?”, insisten. “Pues vale”, contesta. La asunción de los hechos. Como si nada pudiera remediarlo. Un beso robado no siempre es un beso deseado. Eso pasaba en las comedias románticas con protagonistas bobaliconas que en nada se parecen a estas mujeres de aúpa, con piernas de acero y botas que valen oro, esas que a partir de ahora lucirán una estrella en el pecho de su camiseta roja. Un beso robado no tiene por qué ser una sorpresa agradable. Al revés. Es una intrusión. Más o menos molesta, pero intrusión al fin y al cabo. Una invasión del espacio propio. Sin consentimiento. Una agresión.

Seguir leyendo


Publicado

en

por

Etiquetas:

Comentarios

Deja una respuesta